miércoles, 28 de mayo de 2008

Sobre Ruedas.


Carmeño que se respete ha tenido, tiene o tendrá bicicleta. Yo tuve muchas: La primera me la trajo el niño Dios y me asusté bastante cuando la vi tapada con una sábana la noche de navidad. Pensé que era un fantasma. Bromas que le juegan a uno los papás.

Mi primera bicicleta era de contrapedal, no tenía frenos en las manos, era ideal para frenar en seco y hacer resbalones como en las películas. El problema era cuando se la caía la cadena. En ese caso no frenaba, pero también era ideal para terminar dando vueltas en el piso y rasparse por todos lados... como en las películas.

El colegio me quedaba a 10 minutos de camino, pero cuando dormía más de la cuenta iba en bicicleta. El problema de ir en bicicleta al colegio no era el viaje, era parquearla. No había dónde. Hubiera sido feliz el rector de mi colegio si en aquellos días existiera el pico y placa. Pero no, no había pico y placa, en cambio, había una montaña de ruedas una sobre la otra. Juré mucho tiempo no volver temprano a clase luego de que algún día mi consentida maquinita terminó aplastada, con la pintura dañada y un pedal suelto. No era buena idea ser la base de semejante montaña.

En aquellos días escolares, quien llegaba en bicicleta al colegio, se convertía en el chofer seguro de sus compañeros a la salida. Se conoce una leyenda en la que un muchacho de sexto grado llevó cuatro personas en la suya hasta el parque. Uno en el eje de la rueda trasera, otro en la baranda del cuadro, otro en el eje de la rueda delantera y otro sentado en el manubrio. Lo que no muchos saben es que el bicitaxista de esta leyenda no podía dar pedal porque tanto pasajero no se lo permitía, afortunadamente la ruta iba en bajada, desafortunadamente la bicicleta era de contrapedal.

Así como en tiempos pasados siempre había donde amarrar los caballos, en el carmen, por todos lados hay donde parquear las bicicletas. Los carmeños son expertos en andar con bicicletas en contravía, en reparar sillines dañados, en pegarse a los carrocaballos en la marcha, en pedalear y abrazar la novia que va caminando, en ir de ciclopaseo hasta Rionegro los fines de semana, en poner las cadenas cuando se salen del piñon (Sobre todo de las bicicletas contrapedal), en llevar el mercado sobre el manubrio; hasta de viajar manicruzados son capaces estos paisanos que viven en este mundo "sobre ruedas".

*La foto es de un letrero a la entrada del pasaje San Francisco.

4 comentarios:

3nixon dijo...

Hola Diegomez, que bueno esta tu relato, tienes toda la razon, Carmelitano que se respete tiene bicicleta. Yo tambien tuve veinte a*os, jajaja perdon, varias bicicletas y fueron muchas historias, las que me pasaron con ella, mi gran amiga de aventuras.
Ciao suerte.

Fidel dijo...

Oye, que buen relato, me ha gustado mucho por ameno y divertido (me has logrado sacar la risa).
Me encantan las bicicletas, pero mi historia con ellas no fue muy feliz, luego la compartiré...
Del Carmen, hace muy poco lo conozco, pero me enamoré, por allá estaré por unos seis meses.

Jorge Iván Ballesteros Toro dijo...

Que buen relato, chévere que exista alguien comprometido con el caballito de acero en otras partes. Algún día visitaré el Carmen de Vivoral. Lo invito además a que visite www.movicity.blogspot.com, allí encontrarás cosas sobre BICis.

Jorge Iván Ballesteros Toro dijo...

Que buen relato, chévere que exista alguien comprometido con el caballito de acero en otras partes. Algún día visitaré el Carmen de Vivoral. Lo invito además a que visite www.movicity.blogspot.com, allí encontrarás cosas sobre BICis.